lunes, 22 de octubre de 2018

Cotidianidad

Decido hacerme invisible.
Desaparecer.
Y me escondo.
Salto, mínima, entre la lechuga,
la cebolla, el tomate.
Me deslizo entre los panes,
absorbo un poco del queso,
y cuando me seco,
salto a la bebida.
Me llama el naranja de la fanta,
que se enfría ante los cubos de hielo.
Saboreo el chocolate, el caramelo.
Un día M&M's,
otro oreo,
hasta llegar a los cacahuetes.
Abro los ojos,
no soy invisible,
son 7,20
y le entrego su recibo al cliente.