miércoles, 25 de noviembre de 2015

Efímero

No tengo mucho que decir, parece que cuando se trata de ti, las palabras huyen, salen corriendo como almas en pena. Ellas tienen más miedo que yo de enfrentarse a lo que representas, y es que, tienen la obligación de definirte, de establecerte y hacerte compresible para el mundo, ¡vaya tarea!

Las palabras saben de tu condición efímera, no hay forma de describir a alguien que vive en un viaje constante, donde su cuerpo y sus emociones se desplazan por embarcaciones diferentes. Pensar en la unión de tus elementos es lo más distante e irreal que puedo proponerme. Eres una fracción tan marcada que resulta imposible luchar contra eso.  Mis palabras lo saben, así que no, no abarcan tu todo, prefieren ir a tu paso, por partes. 

Tus ojos que siempre están omnipresentes. Ojos inmaculados e indestructibles, rayos que descifran y que atraviesan cuerpos, no es su color o su forma, es la potencia que ellos impregnan, sí, son un poder desestabilizador, ¡y pobre de mi cuerpo!, que sigue luchando contra eso. Son un poder sacro, su fuerza traspasa los límites de la intimidad, y sin fecha de caducidad, arman un hogar en el cuerpo ajeno, en mi cuerpo. Al parecer,  tus ojos y ese salvaje instinto del deseo son las únicas cosas de ti que no viajan. Resulta tan deprimente y, a la vez, tan palpitante, que de ti solo tenga los ojos y el deseo. Unos ojos que solo son capaces de abrir pero que se rehúsan a mostrar. Unas ventanas que niegan lo que esconden. Unos agujeros cerrados al alma. Y un deseo palpitante que no cesa.  Amo ese deseo, pero es tan quebradizo.   

Eres nómada, siempre te presentaste de esa forma, yo no quise verlo, pensé que podía sujetar esa alma tuya que no conoce lo establecido. Soñé, sí, soñé con eso, y las palabras ya me avisaban que me equivocaba, y poco a poco se han unido a ti, hasta desaparecer contigo en uno de tus viajes interminables y dejarme carente. Sentada en este sillón admito que no tengo mucho que decir, me quedé sin las palabras, y ahora solo tengo mi cobija, mi pañuelo y una garantía lejana de que algún día pueda dejar de quebrarme ante tu recuerdo desdibujado por la página en blanco.  

martes, 6 de octubre de 2015

Arraigo

Este arraigo a la soledad,
un devenir tan extraño y distante
que marca mi existir con el mundo,
culpable de mis fracasos,
de mis no tan acentuados,
de mis sí tan disparejos,
lamento lo que de ti viene,
amo lo que de ti añoro. 

martes, 26 de mayo de 2015

Hora de seguir

Cuando me levanté de la cama,
y dije,
es hora de seguir,
ya era tarde.
Todos habían continuado,
menos yo.
Todo tenía años,
menos yo.
Había quedado atrás.

jueves, 14 de mayo de 2015

Coraza que quiebra

“Aterrada ante su propio poder, se culpabiliza; ella es el automóvil, la batería, el clutch, el volante y el radiador.”
Elena Poniatowska

“Aterrada ante su propio poder…”

Un poder escaso, un poder limitado, un poder que antes de ser poder ya habían quemado. Aterrada, sí, he estado aterrada de mí, cada día, cada noche. No hay segundo donde no me cuestione la existencia, donde no me considere una máquina demoledora, un aparato destructor de sentimientos, de ideas y de sueños. Soy una coraza que quiebra a las demás, soy un personaje que siempre resta, porque la suma de las cosas parecen agobiantes. 

“se culpabiliza

Siempre se culpabiliza. Tengo el error sobre mis hombros, tengo la culpa rondando junto con la muerte, tengo la noche que me agobia, los días que no pasan, y al final, no tengo nada, solo hay vacío. Es una sombra que solo juega a restar, resta hasta lo desocupado, resta por placer, resta por la culpa, resta, resta, solo resta.

 “ella es el automóvil, la batería, el clutch, el volante y el radiador”


Ella, esa otra, quizá sea, pero la que se moviliza por la vida no es, la atrapada por el día quizá sea, pero la que habita en la noche, esa otra, no es.